Andrés Cárdenas
Presidente de la Asociación de Periodistas de Granada
Hace poco, cuando vino Antonio Muñoz Molina a Granada a hablar en una conferencia sobre sus comienzos como articulista, dijo que había sido Antonio Ramos la persona que le abrió las puertas en el Diario de Granada, que acababa de comenzar su andadura en 1982. Ahí empezó todo, dijo el novelista ubetense en su charla ante un numeroso grupo de personas que habíamos ido a escucharle. Comentó Muñoz Molina que se acordaba mucho de aquel momento que supuso para él el bautismo de fuego en el periodismo. “Me acuerdo de que estaba lloviendo y que volví a mi casa en estado catártico por la generosa oferta que Ramos Espejo me había hecho de escribir un artículo cada semana”, dijo Muñoz Molina. Cuando llegó el turno de las pregunta tras la conferencia del novelista, levanté la mano y le informé al famoso escritor de que Antonio Ramos Espejo sufría Alzheimer y que de ese momento tan importante para él en sus comienzos periodísticos, su benefactor seguro que no podía recordarlos. Muñoz Molina se apenó por la noticia y dijo: “Lástima que un periodista de esa talla pierda la memoria, que es la memoria de todos”.
Hace unos meses asistí en Alhama a un homenaje que le daba a su hijo ilustre el Ayuntamiento de esa localidad. A raíz de ese acontecimiento dediqué una de mis columnas a recordar ese momento en que el periodista alhameño dijo “gracias” como única palabra que concentraba el profundo agradecimiento que sentía en aquel instante. No pudo decir nada más porque la enfermedad había hecho ya la suficiente mella como para no ser consciente de lo que estaba pasando. Cuando la pronunció, escribí, que sus manos acariciaban la de su hija y su esposa, con la dignidad del gladiador vencido que ya no puede retener los recuerdos. Como también escribí que toda mi vida había admirado a Antonio Ramos, espejo en el que me miraba cuando yo era muy joven y quería ser periodista. Ese periodista capaz de estar con los marginados y los reprimidos y de escribir libros como Andalucía: campo de trabajo y represión o Pasaporte andaluz. Su mirada personal, precisa y consecuente, constituyó para mí una escuela, la mejor escuela. Antonio Ramos había perdido la memoria, pero éramos muchos los que nos acordábamos de él. Se había iniciado en el periodismo de la mano de su gran amigo Andrés García Maldonado en un periódico malagueño, en el Sol de España. Fue Melchor Sáiz-Pardo quien lo rescató para que trabajara en Ideal, donde pasó muchos años ejerciendo el mejor periodismo. Tan pronto estaba en Alemania escribiendo un reportaje de los emigrantes andaluces que allí se iban durante los años sesenta y setenta como se marchaba en un tren con Ricardo Martín Morales de fotógrafo a la vendimia francesa a ver cómo vivían los granadinos o jienenses que se iban a trabajar al país vecino. Aquel trabajo lo compaginó con sus magistrales colaboraciones en la revista mítica Triunfo y con sus libros. Escribirá sobre Gerald Brenan, sobre el Caso Almería, sobre Federico García Lorca… Siempre desde el punto de vista de un periodista que buscaba, además de la verdad, ese mensaje que hacía emocionar a sus lectores. Nunca tuvo miedo de contar lo que realmente estaba pasando. Cuando nace Diario de Granada, es nombrado director, sustituyendo a Antonio Checa Godoy, otro referente en el periodismo andaluz. Después se marcharía a dirigir el diario de Córdoba y después a Sevilla, donde dirigiría el Correo de Andalucía y estaría de profesor en la Facultad de Periodismo de aquella ciudad. Nunca dejó de escribir, de dejar constancia de su mirada sobre cualquier aspecto de esta tierra. El periodista del pueblo, lo llegó a llamar Checa Godoy. Así pues Antonio Ramos ha sido un referente en el periodismo andaluz. Era un andalucista convencido y uno de los primeros en creer que nuestra comunidad autónoma tiene la suficiente entidad como para tenerla en cuenta en el devenir de nuestra Historia. Era un luchador incansable por esta tierra nuestra cuya festividad se celebra pasado mañana. Él precisamente tiene la Medalla de Andalucía, que le fue otorgada en 2006. Su compromiso con esta parte de España, especialmente en aspecto como la reivindicación social y cultura, siempre lo tuvo presente. Por eso, su muerte muy cercana al Día de Andalucía, no deja de ser una jugarreta del destino que seguramente ha querido que su muerte sirva de homenaje a esta tierra que él tanto amó. El sur, siempre el sur. Después de Blas Infante, Antonio Ramos Espejo.
Cuando se le detectó su enfermedad, Alejandro Víctor García, le organizó un homenaje en Fuente Vaqueros, donde nos reunimos un grupo de amigos conscientes de que Antonio Ramos ya había abandonado el mundo del periodismo. En aquella ocasión también escribí que el gran reportero andaluz, pues así titulé la crónica, tenía una expresión distante y a la vez curiosamente fija, la cara de alguien que se había inmovilizado en un momento de su sueño y rehusaba a dar el paso que le devolviera a la vigilia. Se dejaba abrazar por todos aquellos que nos acercábamos a él. Se sentía querido. En su mirada asomaba algo de todo eso. Una forma de mirar que acusaban los párpados resignados a tanto mimo. Los ídolos infunden respeto, admiración y cariño. Antonio Ramos inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos periodistas, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Además de Antonio Muñoz Molina, somos un ejército los periodistas que le debemos mucho. Él ha sido el gran renovador del periodismo andaluz, el espejo en el que nos hemos mirado. Que tu memoria sea ahora nuestra memoria, querido Antonio Ramos.